La tendencia general es a minusvalorar, si no directamente menospreciar las estilográficas en este material.
Será porque “solo” es barato, inalterable por la luz y por el calor, impermeable, resistente a golpes, fácilmente mecanizable, aislante…y de apariencia “retro”.
Preferimos
los preciosos, inestables, inflamables y casi-explosivos celuloides, las
teñibles y agrietables maderas exóticas, las coloristas y solubles galalitas,
las “nobles” resinas que no aguantan una caída del capuchón, los arañables aceros
inoxidables (esmaltados, o ni eso), y los polivalentes plásticos acrílicos que
palidecen con la luz y son deformables con el calor.
Porque son más modernos, más caros, más vistosos, y tienen, a veces, un guapo plumín de oro (incluso definido como “sólido”; ¡afortunadamente! ¿se lo imaginan “líquido”?).
Pues
vale. Pero no por ello despreciemos con un: “¡Bah,
es de baquelita!”
No todas nuestras piezas son para escribir o presumir. Tenemos una colección, y las piezas con una historia merecen estar en ella.
Va
pues un poco de historia: la Baquelita fue inventada por el belga-estadounidense
Dr. Leo H. Bakeland en 1907, justo cuando más se necesitaba: en un momento en
que la tecnología daba un enorme salto adelante en transportes, energía,
comunicaciones y calidad de vida.
Y
por ello recibió el premio Nobel de química. Era la primera sustancia plástica
totalmente sintética, termoestable (incombustible e indeformable), aislante de
la electricidad, e insoluble en agua y otros disolventes.
Fue promocionado como “el material de los mil usos” (puede que esto sea un eufemismo, pero si lo dejamos en “cientos” estaremos en lo cierto).
Veamos unos pocos usos, antiguos y actuales:
Fotos obtenidas de Google Images
En el campo de la escritura, tuvo bastantes usos:
Tintero de sobremesa, mojasellos, tintero de viaje, tintero de pupitre, tapón de frasco de tinta.
Y además, se usó en plumas estilográficas.
En la España de la guerra civil y la posguerra
no había casi de nada, y se necesitaba cantidad de todo. Escribir era algo
fundamental, pero tenía que ser recio y asequible.
La
baquelita sirvió perfectamente. Con poco o menos, se fabricaban cuerpos y
capuchones, y con ella o con ebonita – que también había – se hacían las
boquillas, tapones y conteras. Un chusco plumín de acero con punta doblada
remataba el instrumento aceptablemente, y se vendía por menos de 20,- Ptas.
Duraba sin arañazos ni desgastes, no se
rompía, no se teñía, y no se quemaba por un cigarrillo (que por entonces
fumaban todos en todas partes).
¿Lo
malo? – Eran aburridas.
Negras
o marrón-rojizas, muchas jaspeadas, con apariencia uniforme.
Pero fue porque casi nadie las intentó de
colores o formas diferentes, ya que habrían sido algo más caras. Todos fueron a
fabricar plumas “básicas”.
El público ya conocía los (caros) celuloides desde los años ‘20s. El que podía la compraba de contrabando o, si salía al extranjero, se traía una o varias.
Si se tenía que conformar, era obligado por la necesidad, y de ahí su fama.
Tan pronto como la economía levantó,
desaparecieron.
Pero
tienen un mérito que no se menciona: en un periodo de unos dieciocho años (1936-1954),
en el que un ciudadano de pocos medios escribía con lápiz, o a lo sumo con
plumillas que precisaban de un tintero en la mesa, las plumas de baquelita le
permitieron escribir con movilidad ilimitada.
No
fue poco.
Veamos algunos ejemplos, tomados de anteriores entradas del blog (están enlazados), y ordenados alfabéticamente:
ATLÁNTIDA (VICURVI, Hnos. Vila Sivill)
Plumas de guerra o inmediata posguerra, ¡ellos, que justo antes habían importado plumas de preciosos celuloides japoneses!
BACHILLER
La
única marca que hizo baquelitas en tonos llamativos, y con su propio plumín.
Lástima que la calidad dejara bastante que desear (roscas redondas del molde,
punto en chapa doblada,…).
Pero con un precio de 10,- Ptas. (explícito en la vitola transparente sobre el sello de Aduanas), no se podía pedir más.
Tercera
marca de Industrial Cervantes, S.A., que puede confundirse con la que sigue a
continuación.
Esta
“Everest” es la 2ª marca de “Jabalina”, fabricadas en Albacete.
GRIPER
Tuvo varios modelos de baquelita.
El primero, llamado “Gigante Especial”, llevaba plumín de oro 14K, y el altísimo precio de 100,- Ptas. El siguiente es del mismo modelo, sin bandas en el cuerpo, y con un plumín "Durex" (imaginamos que bastante más barato).
PAKER DUFFO
Un importante montador de plumas de baquelita, tanto para su propia marca, como para otros marquistas, cosa que mantuvo luego al convertirse en Industrial Gispert (con su marca "Scrikss").
Si
nos fijamos en los clips de la 2ª y 4ª pluma, veremos que coinciden con otros
de Atlántida, Bachiller, Cadete, Iberia, etc.
Asimismo
pasa con muchos cuerpos, capuchones y sus tapones.
Dado
que este taller fabricaba fornituras, pero carecía de medios para fabricar
baquelita (que pudo tenerlos VICURVI, es decir, “Atlántida”), nos daremos
cuenta del estupendo contubernio que debieron tener todos entre sí.
Los mayores usuarios de la baquelita fueron los montadores y revendedores privados, con las piezas de pequeños fabricantes, la mayoría clandestinos.
Y
una con plumín de oro 14K.
Un
dato sobre la baquelita:
Con
el tiempo acaba teniendo un aspecto mate. Puede pulirse bien, por ejemplo con
Symichrome o Sidol.
Si
tiene rayaduras, que es raro, previamente se puede lijar al agua con una lija
del nº 1000 (muy fina) y sin apretar, procurando presionar con una tablilla, o
mejor si tiene una esponja fina de soporte y, si es posible, desmontándola
antes para evitar tocar las fornituras.
Miguel
Huineman
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