Durante los primeros años tras la guerra civil y en plena autarquía, España necesitaba seguir escribiendo y las estilográficas eran el instrumento preferido, porque mucho se seguía haciendo con plumilla y tintero. La mecanización de la escritura era mínima, la máquina de escribir era el máximo en las oficinas, pero la escritura manual predominaba por doquier. Los institutos, los pedidos, la correspondencia, la contabilidad industrial y bancaria, los documentos oficiales, ¡incluso los billetes de tren!, se escribían a mano.
La gente adquiría una pluma, cuyo coste no les era
despreciable, y la atesoraba. La relación calidad-precio era fundamental, pero
a veces la compra venía definida solo por el menor precio. Si añadimos que en
su uso normal las plumas están expuestas a roturas y pérdidas en proporción
directa a su número de utilizaciones, veremos que las reparaciones y sustituciones
formaban una partida más en los gastos de escritura, por lo que no siempre se
reparaba con piezas originales. Las “mezclas” abundan.
Florecieron así los “Montadores”
de plumas, que compraban piezas genéricas allá donde las industrias las
fabricasen, y ofrecían su producto a quien fuera donde fuera, que demanda local
había en las papelerías y tiendas de material de escritura, aparte del “boca a
boca” entre representantes y viajantes de la zona.
La falta de “marca” no era problema. Registrar una
costaba dinero y tiempo, y representaba algo a lo que poder referirse y
reclamar si el producto dejaba que desear, cosa harto frecuente. En ese tiempo
y con ese dinero, mejor se fabricaban y vendían más plumas, que además podían
ofertarse más baratas, vendiéndose más.
Fueron usuales las copias descaradas de plumas
extranjeras famosas, aprovechándose del vacío legal existente, en un intento de
dar aquello que el público deseaba y tenía vetado. Las copias más frecuentes,
aunque no únicas, fueron de los clips Waterman o Parker, y las del por entonces
novísimo plumín oculto (llamado “blindado”)
Copia de una
Waterman Taperite
(Nota: Paralelamente, los
comercios de prestigio ofrecían productos “garantizados”, compraban y marcaban
con “su marca” aquellas plumas que mejor resultaban. Nacían así los “Marquistas”, normalmente con poca
infraestructura comercial hacia terceros a nivel nacional, limitándose a la
venta en sus propios establecimientos (grandes almacenes, cadenas, etc.). Luego
se incluirían en este grupo además aquellos montadores de éxito, con prestigio
ganado por calidad y servicio, y que vendían a las otras papelerías y tiendas
de material de escritura sin la dimensión de los anteriormente mencionados,
pero que representaban un sector importante del mercado de demanda. Pero estas
plumas de marquistas “tenían marca”, y no son a las que se refiere este
capítulo).
Tenemos pues así un legado de plumas sin identificación e inclasificables.
Muchos coleccionistas me han preguntado sobre ellas, a veces incluso urgiéndome
a que investigara su origen. Digámoslo aquí claro: no vale la pena, y es tiempo
perdido. Si los propios montadores no dedicaron tiempo a dejar constancia
escrita alguna, mal la encontraremos hoy, y con las mínimas cantidades
producidas por modelos “de fortuna”, muchos de mínima calidad, menos aún merecen.
Algunos industriales produjeron piezas, otros (incluso
porteros de fincas) montaban plumas con ellas, y se vendían como se podía. Fin
de la historia.
Pluma sin
nombre muy similar a otras ICSA, Labor, Poker y Seiman.
Probablemente
con piezas de Industrial Gispert.
a) los malentendidos que hoy pueden producir, y
b) las diversas calidades.
Malentendidos
Se ve últimamente mucho en las ventas por la red de
plumas sin marca que se ofrecen por la marca de su plumín, aparte de las
actuales chinas “de la prestigiosa marca
alemana Iridium Point”, que aunque pongan “Germany”, siguen siendo chinas.
Tenemos así las plumas llamadas “Inoxcrom” por llevar uno
de los plumines genéricos de acero sin punto que promocionaron a Vaqué y a su
marca Inoxcrom entre los años 1946 a 1953. Luego de sacar su propia pluma,
Vaqué dejó de fabricar plumines, y así logró que cerraran muchos montadores sin
nombre (y fabricantes con nombre, algunos tan famosos como Vila-Sivill) que
podían restarle ventas a su propio producto.
Varias
estilográficas sin nombre con plumines Inoxcrom. La segunda es de carga por
palanca, y lleva un capuchón de Regia. La última es de carga por botón, y el
resto son aerométricas. Varios de los plumines han perdido su pátina dorada
original (todos eran “Gold Plated”)
Dos plumas
con piezas de un mismo proveedor y plumines Inoxcrom 0 y 2
El plástico
es similar al PVC, de tacto graso con cierta elasticidad, lo que no ha evitado
numerosas grietas en las zonas sometidas a presiones.
Calidades
Las plumas sin marca eran generalmente de baja calidad.
Pero ahora puntualizamos: generalmente, no siempre.
Las dos plumas de la foto anterior son de calidad ínfima.
La mayoría de las portadoras de plumines Inoxcrom eran de baja calidad.
Por materiales, se usó de todo por estar en una economía
que ofrecía poco. Se conocen plumas testimoniales en asta y en madera, que de
por si impedían la producción elevada y rentable.
Pluma en asta
de toro con plumín Inoxcrom. Estando sin estrenar, el capuchón tiene una rotura
en la base del clip por la presión de montaje. La rosca del cuerpo tiene
“pelusa” al ser un material orgánico.
Ya dentro de lo razonable se encuentran plumas de
baquelita, un material frágil y pesado que no es idóneo para plumas. A
continuación se muestran dos ejemplares en piezas de baquelita idénticas, uno
de los cuales monta un plumín de cristal, rígido y suave, pero muy fácil de desportillar
al más mínimo golpe.
Hubo plumas discretas, que pudieron dar un buen servicio
durante un periodo limitado, como la que se muestra a continuación, que pese a
no tener marca se denominaba pomposamente “Modelo 1133 D” y tenía el nada
despreciable precio de 62 Ptas.
Hubo plumas clásicas (ésta con un plumín francés barato)
Pero hubo montadores que intentaron hacer un trabajo
serio y de calidad, que utilizaron buenos materiales como el celuloide, y
acordemente instalaron plumines de oro de 14 quilates, mayoritariamente de
Damiá Onsés, aunque había otros, como los de Pedro Boira Mateu – cuñado de
Vaqué – que los fabricaba desde 1935.
Estas plumas merecen reconocimiento por su calidad y
belleza, casi siempre llevan un plumín más flexible de lo usual hoy en día, y
pueden usarse muy dignamente si se quiere usar una “española” sin riesgo de
perder o malograr un modelo de la colección. Eso sí, después de los años, la
mayoría necesitará de una puesta a punto.
Dos plumas
sin marca con plumines de oro. La superior en celuloide con clip “tipo Waterman”,
la inferior en baquelita moteada y clip “tipo Dalvi”. Ambas de carga por botón.
Pluma sin
marca con plumín de 14 quilates
Pluma sin
marca con plumín 14K ORO DOG (acrónimo de Damiá
Onsés Ginesta)
Pluma en
celuloide idéntica a un modelo Cervantes (y a otro Admiral), incluso con el
característico clip, con un plumín Warranted de 14 K, pero sin marcar.
Para
terminar, una selección de plumas sin nombre en celuloide
Miguel
Huineman
Se agradece
a quienes han prestado sus colecciones para fotografía
Muy necesario.
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