Dejando constancia escrita, la Humanidad entra en la
Historia.
Los sumerios del 3200 a.C. en Mesopotamia (hoy Irak)
escribían sobre tablillas de barro húmedo con palitos de cáñamo tallados en
cuña, de donde viene el nombre de escritura “cuneiforme”.
En
su época más complicada tuvo unos 900 signos, y nunca bajó de 400
(¡facilísimo!). Se usaba para todo, lo más para contratos, aunque famosos son
el Código de Hammurabi y la historia de Gilgamesh.
Tuvo
bastante éxito, y otras muchas culturas la adoptaron: acadios, babilonios,
elanitas, hititas y asirios (cada una con su lengua).
Parece que fue allá por la V dinastía egipcia (2450 a.C.)
que los faraones empezaron a usar escribas para dejar constancia de los hechos
importantes, y estos venerados personajes – educados desde niños y usando hasta
6.000 signos – escribían en “hierático” con cálamos hechos de juncos biselados sobre
papiros, de derecha a izquierda, con tinta negra (remarcando en roja).
Para simplificar y escribir más rápido, sobre el 660 a.C.
evolucionaron hacia la escritura “demótica” (del gr: popular) para textos administrativos, legales y comerciales, con
signos más conceptuales. El ejemplo más conocido es la Piedra Rosetta.
A
todo esto, los chinos evolucionaron su escritura basándose en el pincel (y la
tinta “china”), inventando el papel, y extendiendo su cultura por toda
Asia. En Japón, los escritores excelentes son considerados “patrimonios
vivientes”.
Los
griegos parece que fueron los que inventaron el “laptop”, pero en madera con
una capa de cera. Los romanos, gente práctica donde los hubo, copiaron y
extendieron su uso.
Museo de Berlin, pintura griega en una vasija.
Fresco de Pompeya, mujer con tablilla múltiple, que
algunos asocian a Hipatía.
Fresco de Pompeya (Villa di
Guilia Felice), retrato del panadero Terentius
Neo (con un pergamino) y su esposa, que tiene una tablilla y stilum.
En las
escuelas de primaria (7 a 12 años) ya usaban las “tabella cerata” por su
facilidad de corrección y borrado, escribiendo con los “stilum” de un extremo
afilado para escribir, y el otro extremo con una paleta para borrar. La
escritura era en alfabeto cursivo antiguo, en mayúsculas.
La
pluma de ave, más flexible que el cálamo, se prestaba de maravilla a esta
caligrafía.
Estuvo en uso más de dieciséis siglos.
Y
estas escrituras romanas se expandieron - a lo que nos interesa en este rápido
recorrido - por los reinos bárbaros visigodos (España, Portugal y Septimania
francesa). El alfabeto cursivo en mayúsculas evolucionó al “Uncialis”.
Mientras,
en el imperio Romano-Germánico, Carlomagno mandó diseñar la escritura
“Carolingia” en un intento de popularizar la escritura, aunque los mismos germanos inventaron la letra “Gótica”, que
mandó al traste las aspiraciones del emperador, haciéndose más y más rebuscada,
hasta que casi ni los mismos monjes que la escribían podían leerla con fluidez.
Ya
en el Renacimiento, el geógrafo flamenco Mercator escribió un libro sobre cómo
escribir, y en él hay un dibujo de una pluma:
¿Sorprendidos? – Pues si, a la pluma se le quitaban las barbas para que el aire no “frenara” su rápido movimiento. Sólo interesaba el “cañón”.
Tintero de cerámica para 3 colores de tinta y con
agujeros de soporte
Pluma de ganso con los típicos dos cortes de punta y
ranura central
Lo
que pasa en el arte, al que hoy estamos acostumbrados, es que representan a la
pluma entera (y enorme) para que reconozcamos con ella a un escritor, fuera un
evangelista, Cervantes o Shakespeare.
¿Sería
igual si el personaje sujetase un pequeño “palito” curvo?
Por entonces (s. XVI),
Mercator tenía un taller en Amberes, en el mismo edificio de la imprenta
Plantin-Moretus (hoy es un Patrimonio de la Humanidad), y las imprentas
acabaron con los copistas medievales.
Varias imprentas en la casa-museo de Plantin-Moretus
La
escritura se retiró de los temas – llamémosles – de difusión cultural (libros)
y quedó donde sí que se necesitaba (comercio, sentencias, actas, cartas, etc.),
y una perfecta escritura era precisa. Volvieron los “escribas”, ahora llamados
“escribanos”, y como aquéllos, necesitaban un alfabeto “tipo demótico”, fácil y
rápido.
Apareció
la letra “Cancilleresca”, y las escuelas de escritura.
Fragmento de un texto manuscrito con pluma de ave (Museo
de Plantin-Moretus)
Y la rápida escritura
“Cursiva” (del latín “curro”, correr),
cuya característica más típica es su inclinación a la derecha.
Fragmento de un acta de 1665
Pero
la humanidad crecía, el comercio crecía, y la escritura no daba abasto
arrancando las tres primeras plumas remeras a gansos, pavos, patos e incluso
cuervos (para dibujo). Se compraban por mazos, se desgastaban rápido sobre el
pergamino y el antiguo papel hecho a mano (unas cinco hojas por punta), se
re-afilaban por mazos (había un oficio
para ello), y se gastaban de nuevo hasta que el cañón de la pluma
quedaba tan corto que ya era inútil.
Y
aquí es cuando, alrededor de 1830, la Revolución Industrial y el acero de
Birmingham solucionaron el problema. Por más de cien años.
Inventaron
y perfeccionaron la PLUMILLA.
Miguel
Huineman
Nota: Se
inicia con ésta una serie de tres entradas dedicadas a los orígenes de los
instrumentos de escritura, que imbrica las estilográficas como herederas de las
plumillas, y éstas a su vez de la pluma de ave y del cálamo, y las
circunstancias que las acompañaron.
El
tema entra bien en lo que ya se señala en el lateral derecho del blog, y añade
comprensión al avance que supuso la estilográfica, hace ahora casi un siglo, simplificando
el escribir.
Aunque
en este dilatado periodo “lo español” es irrelevante, se ha procurado mantener
el espíritu del blog en lo posible, mostrando elementos nacionales siempre que
han estado disponibles.
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