No, no hemos empezado a escribir en inglés. Lo que ocurre
es que en el catálogo de MONTJOY’S se llamaba así a las estilográficas de
sobremesa.
Como ya se decía en la historia,
por entonces en España se valoraba más lo extranjero (no hemos cambiado mucho
desde entonces) y en estilográficas, sobre todo las inglesas y norteamericanas.
Puede que de ahí la razón del nombre.
Estas plumas dotaban a las bases, llamadas “Escristilográficos”
por la marca, y que en la época adornaban numerosos despachos de prestigio. Podían
ser simples o dobles, en cristal, marmolita negra, ónix, o mármoles, con
posibles aplicaciones de esmaltes, cuero repujado estilo florentino, y plata
chapada en oro. También podían llevar figuras, relojes, calendarios, pesacartas
o sujetapapeles.
Las “cornetas” (llamadas también “tulipas”) de las bases
podían ser lisas, con tres aros dorados, o con bordones.
Las estilográficas eran todas del mismo diseño: un
cilindro central en celuloide con la ranura para la palanca de carga, una contera
larga negra en ebonita, y una boquilla también de ebonita en forma de diábolo
asimétrico, que portaba un plumín abierto marcado, en oro de 14 Kt, fabricado
por Damiá Onsés. La longitud total era de unos 19,5 cm. Los anillos del cuerpo
y la palanca de carga iban dorados en 9 Kt.
Las dos siguientes son las usuales con tres aros. La
primera se corresponde con la foto de cabecera, donde la “corneta” tiene el
embudo en ebonita roja como la boquilla de la segunda pluma.
Pluma de un solo aro dorado. Contera de ebonita
amarronada.
Pluma en celuloide “hielo cuarteado” (cracked ice) sin
aros. El grabado del cuerpo pone tan solo “The Montjoy’s”, sin el usual “Pen”
final.
Pluma de sobremesa atípica en cuanto que lleva un anillo
troquelado propio de otras plumas de bolsillo de la marca.
Y finalmente, un portaminas de sobremesa, también grabado
“The Montjoy’s”
Para terminar, recordemos que las plumas de sobremesa han
sido siempre mucho menos numerosas que las de bolsillo, más engorrosas de conservar
una vez fuera de su lugar habitual, y pertenecientes a una clase social que
podía permitirse otras estilográficas, de forma que una vez acabada su función,
generalmente han desaparecido, aunque siempre menos que sus correspondientes
bases, hoy consideradas “inútiles trastos viejos”.
Miguel Huineman
Agradecemos a quienes han prestado sus ejemplares para
fotografía, o enviado sus imágenes.
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