Durante el pasado
mes de Abril se desarrolló una casual conversación en el Colegio Público Blasco
Ibañez de Cheste con las profesoras de 5º de primaria, sobre los instrumentos
clásicos de escritura y lo poco que, cada vez más, se utilizan en centros
comerciales, bancos, etc., donde te indican que cojas un palito y firmes sobre
una pantalla de plástico, incluso ahora también te ponen una pantallita delante
¡y ni palito!”, “firme usted con el dedo”
te dicen.
Pues bien, en esa
conversación hice saber que todavía uso pluma estilográfica para escribir,
salvo cuando por razones obvias es imposible utilizarla, pero que siempre la
llevo encima. En ese mismo momento una de las maestras me propuso realizar un
taller de escritura con pluma estilográfica para los alumnos de 5º, curso que
ellas llevaban ese año, pues había entonces
dos aulas de quinto. Nos planteamos de donde sacar plumas para tantos niños,
unos 50. Había dos posibilidades:
comprarlas o pedirlas. Me decidí por la segunda opción en primer lugar, para
tratar de evitar gastos a los niños o al colegio, enviándose un correo a cierto
fabricante, que no nos contestó. Pensé entonces en los amigos de
Plumahispana, a los cuales les pareció
interesante el asunto, e inmediatamente se pusieron a recopilar plumas “para
estudiante”, reuniendo en pocos días más de 50 plumas, y muchos más cartuchos
de tinta. En unos días el material estaba en el colegio, y por fin el 12 de
Mayo, si no me falla la memoria, se llevó a cabo el taller.
Para comenzar se les preguntó si sabían lo que es
una estilográfica, la mayoría no lo sabían, pero algunos de los niños sí la
conocían, creo recordar en concreto a una de las niñas ¡que dijo que se la
había visto usar a su abuelo!.
A continuación se les contó una breve historia
de la evolución desde el simple cálamo hasta la estilográfica moderna, pasando
por la auténtica pluma de ave que acabó dando nombre a este magnífico objeto de
escritura. Sobre las plumas de ave preguntaron que si se desgastaba la punta
qué se hacía, explicándoseles que se iba recortando dando la forma puntiaguda
hasta que ya no servía por ser demasiado pequeña para manipularla, pero que con
el tiempo y el ingenio humano se les acoplaron a las plumas de ave plumines
metálicos, los cuales ya permitían una larga duración al instrumento de
escritura.
Naturalmente se les dijo que para escribir, estas plumas debían
hundirse cada pocas palabras en la tinta, que estaba depositada en un tintero, ya
fuese de terracota, loza, metal o vidrio. Se les explicó que las plumas
modernas comenzaron a aparecer más o menos a finales del Siglo XIX, pero que se
fueron perfeccionando a principios de siglo XX.
Cómo no, preguntaron por la
tinta y de cómo se hacía, poniendo especial interés en saber si se elaboraba
con productos naturales, aunque para algunos estaba claro que procedía del
calamar. Se les contestó que en un principio se hacía con mezclas de productos
naturales, tales como polvo de carbón, resinas, etc., pero que actualmente llevan también productos
sintéticos.
A continuación, una de las profesoras realizó
un dibujo en la pizarra representando una pluma moderna, para así poder
explicar las partes que la componen y dándoles nombre, pues les llamó la
atención que se les dijese que estos objetos tienen “anatomía”. Naturalmente se
fueron nombrando y explicando cada una de sus partes: contera, cuerpo, boquilla,
plumín, etc. También las abundantes maneras que hay desde que se perfeccionaron
para cargarlas de tinta, tipos de carga que iban desarrollando los diferentes
fabricantes: palanca, botón, émbolo, aerométrico, etc., hasta llegar a los
modernos cartuchos de plástico, tras haber pasado por los de vidrio,
diciéndoles que, excepto en el caso de los cartuchos, en los demás sistemas de
carga hay que sumergir la parte del plumín en tinta para absorberla, accionando
en cada caso su mecanismo.
Como preguntaban de qué modo se hacía, se les hizo
una demostración con una de émbolo, y otra de carga aerométrica, resultándoles más chula la aerométrica al poder ser utilizada como “arma manchadora”…
A la pregunta de cómo se escribe con ella, primero se les enseñó a tomar la pluma entre los dedos como con cualquier bolígrafo, pero siempre por la parte superior de la boquilla, para evitar manchas no deseadas, y que para escribir con ellas lo hiciesen con suavidad, sin apretar sobre el papel, dejando que se deslice sobre la hoja de la libreta. A continuación se les enseñó a poner los cartuchos en la pluma que cada uno llevaba.
Ya para terminar,
se escribieron unos versos en la pizarra, que debían copiar en sus libretas,
debiendo añadir a continuación, cada uno, lo que se le ocurriese.
En ese tramo
del taller fue cuando más lío hubo, claro. Unos preguntando si cogían bien la
pluma, otros, que no les fluía la tinta, y por supuesto los que más: ¿cómo se
quitaban la tinta de los dedos? - “En
casa, acompañado de tus padres, con agua, un poco lejía y mucho cuidado, ¡ah! y
que para limpiarla, si se va a guardar, agua clara”, se les dijo.
Naturalmente
faltaba una pregunta. ¿Valen caras las plumas? Por supuesto, se les explicó.
Pero esto fue sólo
el principio de una buena amistad entre ellos y la pluma, o al menos ese es
nuestro deseo, aunque sólo unos pocos la conserven.
Eduardo Alcalde
García
Nuestro
agradecimiento a Paz y María José,
profesoras del colegio, y a Felipe González y Miguel Huineman, por su
colaboración aportando las plumas que llegaron al colegio.
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